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Depedro - Album Máquina De Piedad (1 CD). Género: Pop/Rock nacional. Depedro es un hombre bueno, pero también es un púgil de pegada seca y directa. Es un hombre con un optimismo innato, pero también ha sido preso de la desesperanza. Es padre, pero también hijo. "Máquina de piedad" se acerca a un Depedro con una humanidad sincera y empática. Son las primeras canciones nuevas desde "El pasajero" (sin contar su disco infantil "Érase una vez") y había mucho atasco emocional que soltar. Con lo avanzado, Jairo Zavala se sostiene sobre un eje firme. Sus dotes naturales, basados en la energía y el ánimo, están presentes. No es un disco de desazón o redención, es un álbum que trabaja sobre la experiencia consciente. Sobre el puro presente que nos aborda. Por encima de pandemias, de crisis, de ansiedades, la vida continúa. Así lo canta Jairo en "Máquina de piedad": "y cuando vuelva a rugir la vida/y cuando el miedo se quede sin guardias/agárrate a mis huesos/que siguen en pie/luchando por ti". Una canción compuesta en tiempos de confinamiento pantalla contra pantalla de Guille Galván, de Vetusta Morla, la banda que dio el empujón a Jairo para ser Depedro. El presente también es la hoja de ruta de "Cómo te vas a ir", donde Jairo desarrolla su teoría de dejar a la vida actuar, de aguantar un poquito más hasta dejar que las cosas pasen. Y pasan. Vaya si pasan. El disco se gana el título gracias al libro "La batalla de occidente", obra de Eric Vuillard que muestra la Primera Guerra Mundial como lo que fue: toneladas y toneladas de carne humana devorada en trincheras entre el incendio de un conflicto sin un motivo aparente y unas consecuencias devastadoras de las que la raza humana todavía no se ha recuperado. Un sinsentido que sacó lo peor de nosotros. Ese libro es parte del universo curioso de Jairo, cuya inspiración va mucho más allá de escuchar otros artistas: está en una ruta por la Pedriza, en un saco de boxeo, en empezar a tocar el piano, en un libro que te lleve a un nuevo mundo. Jairo necesita hacer algo nuevo, conocerlo, tocarlo. Y después cantarlo.Y esta vez no lo canta solo. Se reencuentra con Leiva en "Noche oscura", al que conoce desde antes de Pereza en la heterogénea escena madrileña de los noventa donde todos los barrios, de Aluche a la Alameda de Osuna, confluían en Malasaña. La grabación se produjo muy lejos de la sala Siroco, fue en la sierra madrileña. Un tema que camina sobre un sonido Keith Richards que permite a Leiva frasear cómodo. Se le nota a gusto. Otro amigo que se suma al proyecto es Iván Ferreiro. Jairo viajó hasta el Val Miñor para reclamar la ayuda del gallego en la letra de "Entre el cielo y el barro", cuya música está basada en sus viajes a Brasil, donde conoció de cerca la alegría y la resiliencia de las favelas de Río. América es siempre parte del inventario emocional de Depedro. Además de Brasil, Chile se hace presente en la "Plegaria de los sufridores". "Nos quitaron todo, hasta el miedo", canta en un tema basado en lo vivido personalmente en las ya históricas protestas de los chilenos por la sanidad y la educación. Jairo estaba en el país para actuar con su amigo Manuel Garcia. Puede contar y cantar lo que vio. No solo Chile es parte del imaginario sociopolítico de "Máquina de piedad". En "Causa común" podemos encontrar un retrato hiriente del rebrote de la ultraderecha en España, rematado con un estribillo en coros femeninos del que Cohen estaría orgulloso. Junto a todos estos escenarios, Jairo no se olvida de que se sostiene gracias al amor que recibe en casa. Así lo reconoce en la deliciosa "El puñal", con una elegante introducción digna de un universo cercano a Nick Lowe, Elvis Costello o Burt Bucharach.
El disco se despide con la desarmante "Solo quería". Posicionada en inmejorable lugar: un epílogo del disco para poder transformar la ausencia en amor eterno.
"Máquina de piedad" llega después de millones y millones de plays y streams en "Todo va a salir bien", el disco en el que Depedro ajustaba cuentas con su repertorio. Ahora, que vuelve a rugir la vida, Jairo no se esconde, pero esta vez no va a pecho descubierto. Se ha enguatado el alma para golpear en unos tiempos de contienda constante donde no se puede bajar la guardia al presente.